Primera redada by Alfred Hitchcock

Primera redada by Alfred Hitchcock

autor:Alfred Hitchcock
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Intriga, Terror
publicado: 1998-08-08T22:00:00+00:00


Tras enviar la unidad técnica a casa del estadounidense, Andrew salió a buscar al sargento Oto. Lo encontró bebiendo café especiado en un pequeño restaurante indio saturado de olor a curry que había junto a la comisaría.

Oto, un fornido kikuyu que llevaba veinte años en la policía, se había hartado mucho tiempo atrás de los wazungu —los europeos, incluidos los estadounidenses— todos los cuales, ésa era su firme convicción, estaban mal de la cabeza. Le encantó contarle a Andrew cuanto sabía que, en resumidas cuentas, no era nada; pero lo que sí tenía era una hipótesis respecto al por qué y el cómo de la desaparición del estadounidense.

—Era de la CIA —manifestó el policía kikuyu, con la soñolienta e implacable certeza de quien, dentro de poco, estará cobrando una pensión.

—¿De la CIA? —preguntó Andrew, desconcertado—. ¿Cómo lo sabes?

—Todos los periodistas estadounidenses son de la CIA —dijo Oto, y dio un sorbo de café.

—Ah —dijo Andrew, haciendo lo mismo. Y todos los kikuyu son idiotas.

—Simulan ser periodistas para poder tomar fotos de movimientos de tropas, y luego le envían las fotos a su presidente en Washington.

—Hace quince años que aquí no hay movimientos de tropas —señaló Andrew.

—Exacto —dijo Oto, moviendo afirmativamente su gran cabeza—. Y ahora, por las fotos, el presidente estadounidense sabrá que aquí todo está en calma, y no enviará una fuerza invasora. —Frunció el entrecejo—. ¿No te enseñaron eso en la universidad?

Andrew sonrió.

—Desdichadamente, no.

Oto gruñó:

—Bueno, pues así son las cosas. Y ayer, el periodista de la CIA fue nadando hasta un submarino que lo aguardaba y que lo llevará hasta Washington.

Para Andrew, aquél era el segundo submarino del día; quizás alguien debería avisar a la marina.

—¿Te importaría que hiciera algunas preguntas a las personas relacionadas con el caso? —preguntó Andrew— Trabajo en otro asunto que quizás esté relacionado con él.

—¿Lo de la puta del estadounidense? Ja. En ese caso sí que me gustaría trabajar. —Dio un sorbo de café y se encogió de hombros—. No, no me importa. Ahora el submarino del estadounidense ya está a mitad de camino de Washington. Pero, naturalmente, si averiguas algo distinto, el informe será mío.

—Naturalmente —dijo Andrew, que no había esperado otra cosa.



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